Así quedó el paisaje después del infierno. Gris, triste, muerto… incluso la luz se torna fría, como si ya no mereciese la pena calentar o iluminar este sombrío paraje. La fotografía la tomé este verano con el coche en marcha en la carretera de Alcublas; trayecto que he efectuado muchísimas veces desde mi infancia. Al contemplar estos árboles secos entre ceniza no puedo dejar de preguntarme como es posible que los errores humanos, como fue el motivo del incendio en este caso, puedan alcanzar tal trascendencia.
Guardo en el recuerdo, como un tesoro, los frondosos bosques llenos de vida y color que me acompañaban a ambos lados de la carretera y amenizaban con su esplendor aquellos viajes familiares. Poco a poco la memoria se va emponzoñado, y aunque de momento aún me sorprenda en cada curva, mis recuerdos también se incendian y se llenan de ceniza.
La Mona Rugosa
La Cosecha de Príapo 
Lo cierto es que es desolador. Un desastre difícil de cuantificar. La fotografía habla bien de ese paso del infierno por las montañas. ¡¡Cuánto horro!! ¡¡Cuánta muerte!! Muy bien por tu comentario. Por cierto, Mona Rugosa, no te identifico.